ESTUDIOS FUNDAMENTALES
La Salvación
- La salvación es un regalo inmerecido de Dios, que no se basa en las buenas obras del hombre (Romanos 3:18-26), sino en el arrepentimiento y la entrega de nuestra voluntad a Dios, con plena confianza en que, a través del sacrificio de Cristo en la cruz, nuestro pecado ha sido cubierto.
- Dios ofrece perdón y salvación al hombre mediante el sacrificio de Cristo en nuestro lugar (Juan 3:3-8).
- La vida eterna comienza en el momento en que una persona rinde su vida a Cristo y recibe la salvación por fe (Juan 1:12, 14:6; Romanos 5:1, 6:23; 2 Corintios 5:21; Gálatas 3:26; Efesios 2:8-9; Tito 3:5).
- Dado que la vida eterna es un regalo inmerecido de Dios, recibido por fe en base al sacrificio de Cristo, tenemos la seguridad eterna de nuestra salvación. Esta es mantenida por el poder y la gracia de Dios, no por los esfuerzos del creyente (Juan 10:28-30; Efesios 1:13-14; 2 Timoteo 1:12; Hebreos 7:25, 10:10,14; 1 Pedro 1:3-5; 1 Juan 5:11-13).
- La gente que muere con sus pecados perdonados por su fe en Jesucristo pasará la eternidad en el cielo. La gente que muere sin haber puesto su fe en Jesucristo pasará la eternidad en el infierno. La Biblia enseña que ambos son lugares literales de existencia eterna (Juan 3:16; Apocalipsis 20:11-15; Romanos 6:23).
La Salvación tiene 3 etapas que son:
- Justificación, tiempo pasado, en mi espíritu. (Ro. 5:1-2, Ef. 2:8-10)
Dios me justifica y me libra de la paga de mi pecado al reconocer mi culpabilidad, arrepentirme e identificarme con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección. Mis pecados son transferidos a Cristo en la cruz y su justicia es transferida a mi persona, para ser hecho hijo de Dios.
- Santificación, tiempo presente, en mi mente. (Ro. 12:2, 1 Jn. 3:9, Ro 6)
Dios va renovando mi mente con Su Palabra, cambiando mi manera de pensar, lo cual transforma poco a poco mi manera de vivir, haciéndome libre del poder del pecado en mi mente.
- Glorificación, tiempo futuro, en mi cuerpo. (Fil. 3:20-21)
Dios me dará un cuerpo nuevo, librándome finalmente de la presencia del pecado. En este cuerpo no habrá más enfermedad, ni dolor, ni desgaste. Dios cambiará el cuerpo de la humillación nuestra en uno semejante al de la gloria suya.